Revisando el diario en las noticias de actualidad nacional me
vi en donde se menciona que el próximo mes, exactamente el 16 de Julio, se
celebra la mal llamada “fiesta” más grande del norte de Chile, y no es otra que
la muy conocida –Fiesta de La Tirana, una celebración de carácter religioso,
que se celebra todos los años en la región de Tarapacá, en honor a la Virgen
del Carmen.
El tema de esta
entrada va a tratar la inmensa diversidad de entidades que existen y su gran
status en las fiestas paganas que hay por el mundo.
Las comunidades
indígenas están llenas de tradiciones durante el año, en el norte de Chile el pueblo Lickanantai o Atacameño, los quechuas y aymaras durante el año
tiene alrededor de 30 fiestas, celebraciones o conmemoraciones ya sean estas
religiosas o tradicionales, destacándose las fiesta de Candelaria, el Carnaval,
San Antonio de Padua, San Santiago, la Virgen de la Guadalupe, los Floreamientos
y las Limpia de Canales, pero si hablando de la zona norte nos referimos, sin
duda la fiesta de mayor conocimiento público y revuelo colectivo en la zona es la
fiesta de la Tirana.
La Tirana, Fe que
florece en el desierto… Si bien yo no puedo juzgar las creencias de nadie, y
menos la fe de un pueblo que es un tesoro que asegura la riqueza social,
pública y privada de cuantos la comparten. Ajena al desgaste del tiempo, ella
establece un vínculo que reconforta lo profundo del corazón, se prolonga entre
personas, grupos y generaciones, va labrando una forma de íntima concordancia
y, a su vez, generando una fisonomía moral compartida. El norte de Chile da
testimonio de esta realidad a través de la fiesta de la Tirana, pero, ¿Cuántos
de quienes participan en estas fiestas saben los verdaderos orígenes o
consecuencias que ello trae celebrarlas?
Desde la era Incaica, el pueblo prehispánico ya conocía la existencia de
estos seres y les rendían culto a través de sus rituales que incluían
sacrificio de animales y humanos entre muchas otras prácticas
ocultas. De esos rituales a la mediana actualidad no hay mucha diferencia
porque en las memorias de las investigaciones del
prestigiado ufólogo de Calama, Jaime Ferrer, se encuentran una serie de
entrevistas a los antiguos habitantes del Loa (1910-1930 aproximadamente) donde
estos manifiestan que al igual que sus antepasados ellos también los conocían
perfectamente como Achaches, Umpillay, Quilpana, Choleles y que los veían
descender de los cerros y atacar los animales en donde además de considerarlos
dioses porque los veían flotando en el aire también colocaban en jaulas a sus
animales para que estos seres los atacaran, y después faenaban la carne y la
consumían creyendo que era carne de dioses. Estos seres sobrenaturales surgen
del ocultismo y el esoterismo. Este tipo de rituales abre puertas para que
estas entidades entren al mundo físico. Los sangrientos rituales que realizaban
ejercen un poder muy especial dentro del mundo espiritual. Todas estas
entidades no tienen problemas de tiempo como nosotros, estos se mantienen en la
zona por miles de años, solo basta una leve invocación para que estos se
manifiesten, y eso es justamente lo que buscan tras todas esas profanaciones de
cultos que realizan. La mayoría no tiene idea de lo que está realizando, pero
de que tiene consecuencias graves, las tiene. El costo que significa
involucrarse en este tipo de prácticas por mínimo que sea, es fatal, de hecho,
no es casualidad ni coincidencia que justo en el mismo tiempo cuando comenzaron
las muertes de animales en la zona, año 2000, también se disparó la tasa de
suicidios, todo está vinculado. Hay que saber que la presencia de estos seres
es proporcional al nivel de ocultismo en la zona y las personas que lo hacen,
por ende, es de imaginarse la cantidad de fenómenos que se puede notar en el
Norte de Chile y más aún cuando ¿Quién creería que existen templos subterráneos
donde se rinde culto a los muertos en Calama?
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